jueves, 30 de septiembre de 2010

Odisea hospitalaria

Desde que soy madre me pregunto con mucha asiduidad qué coño pasa en la Sanidad Pública. Admito sin ningún tipo de rubor que, como la mayoría de personas que conozco, soy de las que evitan ir al médico. Pero si bien me sé manejar perfectamente cuando me duele a mí lo que sea, me entran sudores siempre que es MiMoco el que cae en algo más grave que su acumulación diaria de mocos. El caso es que, como todo padre del planeta, la llegada del bebé trajo consigo las visitas periódicas al médico.

Esta mañana nos ha tocado una de sus revisiones periódicas. Allí estábamos los dos, en la parada del 158, esperando el autobús que nos llevara al hospital en cuestión.
Hoy tenemos dos consultas: una revisión con el otorrino y otra con el de infecciones. Cosas de las mastoiditis infantiles. La primera cita es a las 10; llegamos con 20 minutos de margen.

La primera cita va en hora; nos volverán a ver en el mes de noviembre, o mejor dicho, nos dan un volante para que vayamos a citaciones a pedir una para el mes de octubre. Tengo aún 45 minutos hasta la siguiente consulta para conseguir esa cita, pero como ya me sé la película después de 20 meses de lucha contra los mocos en el oído, lo que tengo que hacer es coger número para ver si me da tiempo a pasar por la segunda consulta y regresar y pedir las correspondientes citas. Me toca el 111; en la pantalla van por el 67. Quince minutos después cojo otro número; me huelo que no me va a dar tiempo a hacerlo como quería, así que mejor que tenga varios números para que me dé tiempo a todo. El 130; lástima que la velocidad con la que atienden no se corresponda con la que se demandan números... Ahora en la pantalla aparece el 78... Antes de acudir a nuestra segunda cita, a las 11.15, cojo otro número, el 146, en el mostrador atienden al 92...

La consulta de infecciosos comienza con retraso; entramos pasadas y media. Revisión médica al uso y citación en dos meses. Corro por el pasillo cruzando los dedos para llegar a tiempo de cualquiera de los números que tengo... Oooooh, ¡qué pena! En el mostrador están atendiendo al 148, por dos números se me ha pasado... Roja de rabia vuelvo a la maquinita que escupe mi desesperación: me toca el 201. Mínimo hora y media.

No me queda otra que pedir el justificante de mi presencia en el Hospital; más que nada porque MiMoco aún no va solo y no queda otra que lo llevemos alguno de nosotros. Como en todas las empresas, tengo que llevar el consabido justificante por las horas de trabajo que consumo entre los pasillos del Hospital. La enfermera de las consultas por las que he pasado me lo hace sin problemas... Hasta que veo la fecha de final de consultas que me ha puesto: las 11'45. "Aún me queda pedir los números de las siguientes consultas y tengo más de 50 números de espera", le suplico, "Pida otro allí; no puedo hacer nada", me contesta. Con mi justificante "a medias" me acerco al mostrador correspondiente, "Perdone, me han hecho el justificante de las consultas a las que he venido pero me pone la hora a la que he salido del médico. Tengo que pedir cita para las próximas y me queda un hora y media más o menos de espera, ¿qué puedo hacer?"; la mujer que me acaba de escuchar sonríe. Su sonrisa es mitad conmiseración, mitad cansancio; deben hacerle esta pregunta a diario miles de veces. "Aquí no damos justificantes, lo siento; sólo pueden darlos las enfermeras de consultas". Sobra decir que por mucho que le he insistido a la misma profesinal que me lo había dado cinco minutos antes, se ha negado en redondo a cambiar la hora. Yo no he podido justificar ante el departamento de recursos humanos de mi empresa por qué he fichado casi dos horas después de la hora que aparece en el maldito papelito del Hospital.

Queda claro que en este país la picaresca no es una artimaña para engañar, sino para sobrevivir. Ya he aprendido para la próxima que no queda otra que pedir el justificante cuando ya haya hecho todas las gestiones, afirmar sin ningún rubor que mi consulta terminó a la hora en la que terminé realmente mi visita en el Hospital y mentir bellacamente en todos los papeles que acumulo en la consabida carpeta amén de no tener un problema con mi jefe, quien por otra parte, no tiene estos problemas porque él jamás lleva a sus hijos al médico: para eso tiene a "la chica".

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